Los peligros del poder de Disney

Cualquier persona mínimamente aficionada al cine se habrá enterado de que Scorsese hizo unas declaraciones diciendo que las películas de Marvel no son cine. Coppola, Ken Loach y varias personalidades del cine se sumaron a la idea. Así resumidas las palabras de Scorsese eran una tontería, pero si vamos más allá del titular o, mejor, leemos el artículo desarrollando su idea que ha publicado en el New York Times, entonces vemos que se plantean unas interesantes líneas de debate. Básicamente Scorsese dice que la industria del cine es un lugar difícil para el cine independiente y los nuevos talentos, que siempre ha habido una parte de industria y una parte artística que a veces coincidían, pero que últimamente cada vez ocurre menos y cada vez las pantallas están más llenas de cine sin riesgo que sigue una fórmula. Hace unos días José Luis Rebordinos también se expresaba en términos parecidos, aunque con más optimismo que Scorsese, diciendo que el cine americano se tenía que reinventar porque hacían siempre la misma película. Con estas afirmaciones yo, que disfruto con el cine de Marvel, sí estoy de acuerdo. Y creo que Marvel solo es la punta del iceberg del inmenso poder de Disney. Un auténtico problema.

Por qué creemos que Scorsese tiene razón

13/11/2019 - Ricardo Fernández

¿Una secuela del Nuevo Hollywood? La industria del cine está cambiando, eso es algo en lo que todo el mundo está de acuerdo. Al decir eso todo el mundo piensa en Netflix y las plataformas de VOD y streaming, por eso el año pasado les dedicamos una serie de artículos en El Contraplano. Sin embargo […] Leer más

Desde hace unos años Walt Disney Co. controla a su antojo la industria del cine. Este año, en este momento, cuando todavía no han estrenado el último episodio de Star Wars ni Frozen 2, las seis películas más vistas del año en todo el mundo son suyas (Spider-man: Lejos de casa en coproducción con Sony). En 2019 entre el 35 y el 40% de la taquilla americana proviene de películas Disney. Este año está siendo de récord, pero lo cierto es que lleva cinco años arrasando, en los que casi ha duplicado su anterior cuota de pantalla (que no era precisamente pequeña).

Todo empezó en 2008, en una mala época para Disney en la que tan solo tenía el 10% del volumen de la taquilla americana. Fue entonces cuando Disney sacó músculo y compró Marvel Studios, como había hecho en 2006 con Pixar. En 2012  se hizo con Lucasfilm, es decir, con los derechos de Star Wars e Indiana Jones y a partir de ahí comenzó un crecimiento imparable. Dio con la tecla y convirtió la franquicia de los superhéroes en una saga enormemente taquillera, resucitó Star Wars -una apuesta mucho más segura- y recuperó su dominio en el cine de animación familiar gracias a sus propias películas y a las de Pixar. Este año Walt Disney Co. ha comprado 21st Century Fox, es decir el universo mutante de Marvel (X-Men y Deadpool), también los 4 Fantásticos, Avatar, Ice Age, Independence Day, Solo en casa y también los derechos de distribución de Titanic o El Club de la lucha. Casi nada.

Por si fuera poco se preparan para el desembarco en el VOD con el lanzamiento de su plataforma de streaming Disney+, tras haber adquirido, al comprar Fox, parte de la plataforma ya existente Hulu. Ya están programadas numerosas series de Marvel para la TV, varias entregas de Avatar, la nueva fase del Universo Marvel en cine, nuevas versiones de animación de sus clásicos de dibujos, remake de Solo en casaDisney marca las fechas de estrenos y los demás bailan a su ritmo e intentan aprovechar los huecos que dejan.

Sería injusto decir que no tiene mérito lo que han hecho. Han encontrado un tipo de películas que gustan, han sabido moverse en los mercados y han logrado buenas estrategias de venta. También han eliminado a la competencia a base de talonario y se han apropiado de los aciertos de otros.

Lo que está claro es que las consecuencias de todo esto nos deberían preocupar.

La concentración de poder

El cine, o la industria audiovisual, no es diferente al resto de industrias si lo miramos desde un punto meramente empresarial. A nadie se le escapa que uno de los problemas de la industria global ahora mismo es la concentración de poder por parte de algunas empresas en ciertos sectores. Esta falta de competencia real provoca, a la larga, bajadas de salarios, poca innovación y, en general, empobrecimiento del mercado al anular la competencia. El poder que está acumulando Disney, en concreto, está poniendo en peligro al sector independiente del cine, reduciendo la diversidad de la oferta, debilitando la posición de las salas de exhibición y empobreciendo nuestra cultura. Por no hablar de la importancia del cine como difusor y propagador de ideas, como todas las expresiones artísticas. Si Disney aplasta a la competencia, sobre todo a las pequeñas empresas y películas independientes, no habrá espacio en las pantallas más que para la visión Disney del mundo, una visión bastante clásica y conservadora, por otra parte.

Cuando hablo de aplastar y reducir la oferta no es un decir. Ya hemos visto que Disney en 2019, ha llegado a tener hasta más del 40% de la taquilla americana. Si a ellos les sumamos los otros cinco grandes estudios (lo que se llama el Big Six) la cuota sube al 85% de la taquilla. Apenas queda espacio para más. Lo curioso es que eso lo hacen produciendo cada vez menos películas. Disney ha pasado de producir 24 películas al año en los 90 a producir tan solo 12 en la última década, pero con ellas copa los primeros puestos. El resto de estudios sigue por el mismo camino, aunque recientemente Paramount, en horas bajas, ha anunciado que va a cambiar esta política. En general los grandes estudios cada vez gastan más dinero en hacer menos películas, Disney sobre todo. Cada lanzamiento viene acompañado de una poderosa campaña de promoción y presión para que la película funcione en taquilla. Al hacer inversiones tan grandes no pueden correr riesgos porque la película no sería rentable solo con la taquilla doméstica o un público de nicho. Necesitan que las películas funcionen bien en todo el mundo y con todos los públicos, no hay sitio para el riesgo. Ahí es donde cobran sentido las palabras de Scorsese: “Esa es la naturaleza de las franquicias de películas modernas: investigadas en el mercado, probadas por el público , examinadas, modificadas, reventadas y remodificadas hasta que estén listas para el consumo”. Por otro Disney sabe que el beneficio no se acaba en las salas de cine, luego vienen los parques de atracciones, los juguetes, los videojuegos… más adelante nos centraremos en eso.

Esta falta de riesgo se puede apreciar en la falta de originalidad de las películas y en el uso abusivo que se está haciendo de la nostalgia y el poder de la marca conocida. Es prácticamente imposible encontrar una película que no pertenezca a una franquicia entre las producciones de los grandes estudios. De las cien películas que han ocupado el Top 20 de taquilla mundial los últimos cinco años solo veintitrés no eran un remake, precuela, secuela o pertenecían a una saga. De esas veintitrés, seis eran chinas (al ser un éxito en su país se cuelan en el Top mundial aunque fuera de allí apenas las conozcamos) y es una tendencia cada vez más acusada.

Se podría argumentar que eso es lo que la gente quiere, que estas películas están batiendo los récords de recaudación y sobre eso también hay mucho que hablar. Primero, los récords de taquillas son engañosos, porque no tienen en cuenta la inflación. Segundo, si miramos al cine americano, la recaudación sube, pero el número de entradas vendidas baja. En países como Francia, donde el dominio del Big Six es menor, la tendencia es bien distinta. Se podría decir que ahora mismo a Disney le va muy bien, pero a la industria del cine no tanto

Problemas para la exhibición

Como decía antes, la concentración de poder ocurre en todos los sectores y no solo en el del cine. Dentro del cine no solo ocurre en la producción de películas. El negocio de la exhibición también está copado cada vez por empresas más grandes y oligopolios que controlan el sector. Es decir grandes empresas dirigidas por contables que solo entienden el cine como un negocio son las que están decidiendo qué podemos ver, profesionales que muchas veces no tienen vinculación alguna con el cine, ni siquiera como aficionados. No les importa tanto que se vendan menos entradas si pueden ganar dinero a través de comida, entradas más caras -cines VIP-, merchandising o cualquier otra fuente de ingresos. Es cierto que el cine siempre ha sido un negocio; pero cuando alguien decide abrir una productora, una editorial, una discográfica, un cine, una librería o una tienda de discos, suele ser porque le gusta el cine, la literatura o la música. Por supuesto que lo que quiere es ganar dinero y que tomará decisiones más allá de sus gustos personales basándose en criterios puramente económicos; pero no todas las decisiones. También cuidará el producto, tendrá cierto criterio y conocerá lo que quiere la clientela, a fin de cuentas gente como él o ella. A un contable le da lo mismo vender películas que zapatos, exhibir películas que poner un hotel. Así ha sido a lo largo de la historia y así hemos visto perder personalidad y calidad a productoras, editoriales y discográficas.  

Los cines que no pertenecen a grandes cadenas tienen problemas para subsistir frente a una competencia tan feroz y unas distribuidoras tan potentes y tan dominadoras del mercado que pueden imponer unas condiciones leoninas. Volvamos a Disney y pongamos algunos ejemplos: Cuando se estrenó Star Wars: The Last Jedi, Disney llegó a exigir a los cines americanos el 65% de los de la recaudación de la película -algo nunca visto- y les obligaba a proyectar la película en su sala más grande por lo menos durante cuatro semanas. Si los cines no cumplían esas condiciones Disney tenía el derecho de quitarle un 5% del resto de ingresos. Alguien podrá decir que si los cines aceptaban es porque ellos también ganaban. Lo cierto es que tener cualquier otra película el día del estreno de Star Wars es un suicidio y que muchos cines pensarán que eso, aunque abusivo, es mejor que nada. Como un trabajador se ve obligado a escoger entre un sueldo basura o el paro.

Disney no solo tiene el catálogo a priori más atractivo, sino que pueden presionar para tener las mejores condiciones de exhibición perjudicando a la competencia y a sus propios clientes, los exhibidores.

Con esta situación imaginad lo difícil que es para una independiente como A24 que está detrás de algunas de las mejores películas de los últimos años encontrar un hueco para sus películas. Disney y los otros cinco grandes apenas dejan hueco para el resto y no solo por lo atractivo de su producto y su capacidad de promocionarlo, sino porque a veces recurren a políticas abusivas. A24 tiene un producto de calidad, que gusta y gana premios, pero apenas tiene sitio.

A24 y Blumhouse, antídotos contra la monotonía del cine americano

31/10/2019 - Ricardo Fernández

A24 y Blumhouse son dos nuevas productoras que están insuflando aire nuevo al cine americano y luchan contra el imperio de las grandes majors encabezadas por Disney. Un artículo de nuestra series El Nuevo Hollywood Digital. Leer más

 

La guerra del streaming y el peligro de los monopolios

Esta situación en la que un pequeño grupo de personas tiene un poder casi dictatorial con el que arrincona o directamente compra a la competencia, y decide que es lo que llega a las grandes pantallas no es nuevo. En la época clásica de Hollywood, en los años 40, Paramount, MGM, Fox, Warner, RKO, Universal y Columbia, los grandes estudios, funcionaban de una manera parecida. Obligaban a los cines a comprar por paquetes -los block booking- y otro tipo de prácticas abusivas. De esa época solo recordamos las grandes películas, pero se produjeron auténticas basuras que los cines estaban obligados a comprar y exhibir. Fue entonces cuando algunos cines empezaron a asociarse para luchar contra los estudios. Los estudios, como respuesta, empezaron a comprar cines. Hubo varios juicios y finalmente el Tribunal Supremo de Estados Unidos dictaminó que producir películas para vendérselas a sí mismos eran prácticas abusivas de monopolio. Ahora Disney no compra salas de cine, pero tiene tanto poder que puede controlarlas de manera abusiva y, además, tiene su propia pantalla de distribución sin intermediarios: Disney+, el streaming. La situación de falta de competencia no es tan distinta a la que acabó con la caída del sistema de estudios (y dio paso al Nuevo Hollywood, una de las épocas más brillantes del cine). De hecho, dos plataformas de streaming Netflix y Amazon intentaron comprar la cadena de cines Landmark. En el año 1983 el 90% de los medias americanos (medios de comunicación y estudios de cine) estaba en poder de cincuenta compañías, en 2011 solo de seis, una de ellas, por supuesto, Disney. Quien sabe si la situación actual puede dar lugar el regreso del Nuevo Hollywood, a un Nuevo Hollywood en la era digital. Dedicaremos tiempo a hablar de eso en profundidad más adelante.

Vuelvo a insistir en que esto no es un problema solo de la industria cinematográfica. En Estados Unidos cada vez más voces reclaman una mayor fuerza a la hora de aplicar las prácticas antimonopolio, no solo en el cine, sino en todos los sectores, especialmente el tecnológico. La base de su sistema capitalista se sustenta en la competencia y cada vez es más difícil competir contra ciertos gigantes. En 1911, el Tribunal Supremo Estadounidense dio la razón al Gobierno que acusaba a John D. Rockefeller de haber construido con Standard Oil, un monopolio ilegal y anticompetitivo a base absorber a la competencia a golpe de talonario -¿nos suena de algo?- y obligó a separar en diferentes compañías las refinerías y las distribuidoras de petroleo. En los 80 se obligó a AT&T ha separar su negocio de llamadas telefónicas de larga distancia del de las llamadas locales. Sin embargo a partir de los 80 se volvieron más laxos a pesar de casos sonados como el de Microsoft (que en las apelaciones y acuerdos se quedó en un castigo mucho menor de lo esperado).

Una vez controlados los cines la nueva batalla es el streaming, el VOD, la ventana de difusión por la que pueden llegar nuevos productos al espectador. Netflix ha entrado antes que nadie consiguiendo una cuota de mercado hoy por hoy incomparable a las de sus competidores. Ahora llega el momento en que las compañías más grandes (y no solo de audiovisual)  también están entrando en el negocio: Amazon, Google (a través de YouTube), NBC, Apple o AT&T (Warner). Por supuesto también Disney que va a desembarcar a lo grande, con su poderoso catálogo y tras haber comprado Hulu (un servicio muy popular). Tal y como están las cosas, tal y como funciona el mundo hoy en día, no sería de extrañar que a medio plazo haya una guerra de fusiones y absorciones que harán más grandes a las plataformas grandes y más pequeñas a las pequeñas que, al ser absorbidas, suelen perder también su identidad.

Netflix: es el mercado, amigo

26/04/2018 - Iñaki Ortiz Gascón

En El Contraplano queríamos escribir sobre un tema que nos preocupa, el impacto del cine online y principalmente del peso de Netflix. Pensamos que era conveniente hablar en profundidad con gente del sector. Al final, como habéis podido comprobar si habéis seguido nuestra serie sobre el impacto del VOD, el volumen de entrevistas ha crecido […] Leer más

Además, como menciona Emilio Domenech en una de sus intereantes newsletters, con Disney+, la compañía va a tener información directa y en tiempo real de los gustos de sus seguidores. Qué serie ven con más intensidad, qué película merece antes una secuela o qué personaje necesita su propio muñeco.

En cualquier caso el streaming es una forma de ver películas, pero no es cine. Que sea una forma de ver películas que de otra manera no habríamos podido ver es bueno, que sea la única forma de ver ciertas películas no. El VOD debería mejorar el concepto del videoclub y ser un complemento, no sustituir a las pantallas de cine.

No son solo las películas

Claro que a Disney tampoco le importa si las películas se ven en cines, televisiones o móviles. Recordad lo que decía antes, en un mundo de contables no importa con qué ganes dinero siempre que lo ganes y Disney solo obtiene alrededor del 17% de sus beneficios directamente de las películas. Por otro lado, son las películas impulsan las ventas de muchos de sus productos como las atracciones de los parques temáticos o los videojuegos. Es decir, para ellos las películas a veces son anuncios con los que poder vender merchandising o visitas al parque de atracciones con las que ganan mucho más dinero. La campaña de juguetes de navidad dará más dinero a Disney que cualquier película que estrenen. Por eso se pone más énfasis en promocionar el nombre de la marca -Disney, Marvel, Vengadores, Frozen, Star Wars- que del autor que está detrás de la película. Camisetas con Marvel estampado dan dinero, si en vez de Marvel pone Hermanos Russo, no.

Ahora mismo Disney es propietaria total o parcialmente de: 20th Century Fox, ABC, A&E, Endemol Shine (productores de Black Mirror), ESPN, Fox Sports Network, FX, GoPro, History Channel, Hollywood Records, Hulu, Lifetime, Lucasfilm, National Geographic, Marvel, Photobucket, Pixar, Touchstone Pictures y Vice Media. Además de eso posee cruceros de lujo, hoteles, parques temáticos, discográficas, bibliotecas, compañías de marketing digital, estudios de videojuegos, emisoras de radio y televisión, revistas, editoriales de libros, inmobiliarias, empresas de capital de riesgo, puertos marítimos…

 

Disney es una empresa tan poderosa y con tantos intereses cruzados que no dudará en asfixiar a su competencia y no solo en el mundo del cine. Su capacidad para influir en la prensa (que ya posee) y presionar a gobiernos es un arma poderosísima. Esto no es una exageración conspiranoica. En 2017 Los Angeles Times publicó un artículo sobre los turbios negocios de la compañia del ratón en Anaheim, la respuesta de Disney fue prohibir la asistencia de los críticos de cine del medio crítico con ellos a los pases de prensa previos a sus películas. El intento de presión, o de castigo más bien, fue respondido por la Asociación de Críticos de Cine de Los Ángeles, el Círculo de Críticos de Cine de Nueva York, la Sociedad de Críticos de Cine de Boston y la Sociedad Nacional de Críticos de Cine que decidieron no tener en cuenta las películas de Disney para la temporada de premios y varios medios importantes como The Washington Post, The AV Club o Flavorwire decidieron no asistir a esos pases en solidaridad. No les salió bien, quizá, pero Disney advirtió de que no le va a temblar el pulso en castigar a sus enemigos.

Por todo esto creo que nos vendría bien vigilar mucho y muy de cerca a Mickey Mouse.

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